“Ellos en ese momento claramente debieron sentir angustia de tomar la decisión, querido Rey, de separarse de España”, Macri en Tucumán frente a Juan Carlos, 2016
“Somos hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes. Esto es la Argentina” (Cristina Fernández, 2015)
“Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos, Alberto Fernández, 2021.
La diversidad es un hecho histórico que se repite día a día. Tal como se ha dado a lo largo del tiempo verifica la violencia imperante, el sometimiento, las diversas explotaciones. Estar orgulloso o avergonzado de ello es irrelevante sin una mirada que contemple los conflictos de clases, presentes, pasados y con proyección al futuro. Los pueblos en conjunto, sus integrantes de manera dispersa, obligados o de manera relativamente diseñada acaban migrando porque los impulsa la pobreza, las guerras, las invasiones y los destierros. ¿Enorgullece tener sangre kolla en Buenos Aires cuando se llega expulsados por la desocupación? ¿Es un mérito tener linaje italiano del sur pobre cuando nuestras no abuelas han venido a conocer las cataratas sino a sobrevivir?
Si y no, porque hay una dialéctica allí mismo.
Los afroamericanos que leen su historia en el oeste africano pueden sentir orgullo de salvar su historia reescribiendo sus vidas en cada acto emancipatorio, pero nunca de haber sido encadenados a un barco y desterrados. ¿Es orgullo para alguien que miles de sirias y sirios no hayan muerto como ese tristemente famoso niño de las playas de Europa?
Orgullo es cuando las clases subalternas, las etnias diferentes nos hermanamos en trabajos, juegos, amistades, rebeldías y rehacemos una historia libre más allá de los estados, los gobiernos y los políticos de turno. Vergüenza es cuando se debe parar un partido de futbol porque una hinchada insulta a bolivianos y paraguayos.
En el mundo del como si, el mundo del bien común con ciudadanías que apelan a números en lugar de personas se deslizan generalizaciones vergonzantes como las de Macri o Fernández, porque en eso son iguales. En ese mundo donde se produce ideología minuto a minuto, la intelectualidad como el señor Aleman trabaja de justificadora serial. La realidad desmiente y les enrostra sus tonteras discursivas. Hablo de la realidad cambiante de los pueblos cuando se expresan por sí mismos.
Si hoy tienen la palabra las representaciones del capital y el poder, mañana no se sabe. En esa esperanza nos inscribimos quienes no miramos si tenemos sangre italiana y vivimos en Buenos Aires, si somos guaraníes de cepa pura o con alguna impureza teutona o si en el sur del mapudungun una rubia se siente parte y no conquistadora. Explican las prácticas hermanas que luchan y emancipan, no las aclaraciones grotescas y bufonescas.
F. G.
Enero de 2021