Siesta, parque de otoño y una mujer

Parque Lezama. Es una tarde en el otoño de Ariadna, es jueves. Ella siempre disfrutó de la comicidad inmanente de la palabra jueves: casi como una silla chueca: jueves. Desentendida de sus ganas de viajar, extraña de verse sola aplastando las hojas secas del camino; haciendo ruido. Buscó un lugar y se sentó. Desparramó sobre las piedras incrustadas del frío banco de granito, todo el contenido de su bolso.

Lo mejor será detener la marcha. El arte se sienta a mi mesa pero ésta vez no comerá de mi carne. El sol de todas las personas llega en forma de jaguar y se desparrama en el polvo de ladrillo. Habían anunciado lluvia. Otro yerro más que la gente de la ciudad olvidará mañana cuando digan viento, paseos o regalos. La radio suele alimentar anhelos en las horas pico.

Ve como se pierden otros cuerpos camino abajo en las barrancas y se angustia un poco. Es el discreto juego de ser alguien más entre la multitud. Piensa en el horizonte de su río poblado de barcos que se escapan.

Los cirujas de la plaza van desnudos como los árboles. Hasta ahí se acuerda, el otro rato cree que durmió. El viento hace lo suyo con esos papeles muertos que dejó de lado; un rebaño de bollos desparejos se intercala entre las hojas secas del suelo, que con mucha soberbia hacen su propio ruido al recibir cada pisada.

Uno de los papeles toma forma esférica; es pateado por una improvisada centro forward de aros y sandalias. Camina un tanto distraída y en pocos segundos ella está a una cuadra de los bollitos y las hojas.

Es una mujer distante. No sabe bien de fechas y horas para los encuentros. Entre sus apuntes y los libros -que la estudian- tiene algunas fotos. Para esos cuadros no necesita colores ni gente que los habite. Fotos de ciudades, líneas urbanas sin considerar.

Ella también está distante del mundo que la mira porque entre sus ojos y el tiempo hay un brillo sostenido. El rojo de sus labios obliga a quien la enfrenta a quitar la mirada vergonzosamente.

Las hojas secas saben que después de la lluvia van a persistir creando el suelo. Pero los papeles… los papeles se desangran de tinta que se corre.

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